EL SEGREDO DEL TIEMPO
(PARTE 1)
(...) "Entonces, todo lo que está aquí, tridimensionalmente, está sujeto al tiempo. Lo único que no está sujeto al tiempo es nuestro trabajo interior. Eso sí está fuera del tiempo. Todo lo demás está sujeto al tiempo." (El Águila Rebelde – V.M. Rabolú)
A lo largo de la historia, grandes pensadores y científicos, como Aristóteles, Newton y Einstein, se han dedicado a descifrar los misterios del tiempo. Cada uno aportó una contribución específica: Aristóteles lo definió como la medida del movimiento vinculado al cambio, Newton lo definió como absoluto y Einstein como relativo e interconectado
con el espacio. Además, otras teorías científicas exploraron conceptos como la duración real y la negación de la existencia del tiempo. En la Gnosis, aprendemos una perspectiva trascendental que desafía la visión convencional, entendiendo el tiempo como una espiral en lugar de lineal. Este enfoque destaca la importancia de comprender también el Tiempo Esotérico, así como los Ciclos de la humanidad, invitándonos al trabajo del Autoconocimiento y el Despertar de la Conciencia.
Pero, en realidad, ¿qué es el tiempo? ¿Existe o no existe? ¿Es posible comprenderlo o incluso explicarlo? ¡Quizás! El tiempo existe, pero no tal y como lo concebimos, dentro de una perspectiva tridimensional, como algo que se puede medir con un cronómetro o con las agujas de un reloj. Nuestra percepción del tiempo es relativa y limitada, al igual que un animal que no ve la profundidad de las cosas por estar limitado a la percepción en dos dimensiones, nosotros entendemos el tiempo solo dentro de una perspectiva lineal, condicionada a la tercera dimensión.
Sin embargo, cuando pensamos en el tiempo como una línea recta, imaginamos una carretera en la que el pasado es lo que ya se ha recorrido y el futuro es lo que aún está por recorrer. Pero, si siempre estamos en movimiento, ¿dónde se encuentra exactamente el presente? Cada paso que damos nos aleja del pasado y nos acerca al futuro, lo que convierte al presente en un momento fugaz y difícil de capturar. Si todo en la vida está en constante cambio, incluidos nosotros mismos, comprender el presente se convierte en un desafío aún mayor, ya que en este contexto parece existir solo como un instante entre lo que pasó y lo que está por venir.
Por eso es importante comprender que los acontecimientos del tiempo y de la historia se desarrollan dentro de una rueda de retornos y recurrencias, donde los patrones y los ciclos se repiten, pero con una evolución o un cambio cualitativo en cada repetición. Esto significa que el pasado puede influir en el presente y en el futuro, pero también que cada ciclo ofrece una oportunidad para la transformación, la evolución o el cambio.
Sin embargo, también debemos comprender que esta rueda no es física ni material, no se cierra como un círculo, sino que continúa su movimiento en espiral, donde siempre vuelve al punto cero, aunque sea por encima o por debajo del punto de partida original. Es importante comprender que estos puntos de partida se crean, ya sea por determinados ciclos exactos de tiempo o por algún acontecimiento relevante que puede repetirse, aunque con escenarios y situaciones completamente diferentes.
En cuanto al tiempo cronológico, medido por relojes y calendarios, es una herramienta útil que nos ayuda a comprender ciclos y procesos, pero no es el tiempo en sí mismo. Es, por lo tanto, una construcción humana para organizar eventos en el mundo físico, basada en ciclos naturales como la traslación de la Tierra alrededor del Sol, que define el año de 12 meses y las estaciones, y la rotación de la Tierra sobre su eje, que da como resultado las 24 horas del día. Aunque estas herramientas son útiles para estructurar nuestra vida, solo representan una forma de interpretar el tiempo, no su esencia en sí misma.
"... El reloj, ¿quién lo hizo? La mente humana, para medir el tiempo. ¿Por qué? Porque perdimos las facultades que teníamos, porque vivíamos dentro de una eternidad. Al perder esa facultad, recurrimos a la mecánica que es el reloj." (El Águila Rebelde - V.M. Rabolú)
Mientras que en el mundo físico los relojes miden el tiempo de forma literal, en los mundos internos tienen un simbolismo vinculado a los Arcanos, representando los ciclos que atraviesa la humanidad dentro del proceso evolutivo de una raza. En este contexto, el reloj también simboliza la disciplina.
El tiempo es, en síntesis, aquello que trasciende todas las energías que componen este mundo y que pertenecen a la materia grosera. El tiempo trasciende la velocidad de la luz, está más allá, en el hiperespacio, en el hiper sólido. El tiempo pertenece, por lo tanto, a la cuarta dimensión de la naturaleza. Una dimensión que, aunque física, opera en una frecuencia vibratoria distinta, con átomos, moléculas y células vibrando en una sintonía que supera nuestra percepción y comprensión. En esta dimensión, el tiempo se manifiesta en la materia en constante movimiento y transformación. Todo lo que aquí se percibe como estático, en realidad está en constante evolución e involución, un dinamismo que, aunque presente en la tercera dimensión, escapa a nuestra capacidad de captar y observar.
Innumerables fenómenos a nuestro alrededor, tanto de la tercera como de la cuarta dimensión, permanecen invisibles a nuestros sentidos, desafiando nuestra comprensión de la realidad. Estos fenómenos suelen estar relacionados con los elementales de la naturaleza, las energías cósmicas, la matemática divina con sus leyes universales y las formas geométricas sagradas, que lo permean todo. Nuestra incapacidad para percibirlos se debe al estado hipnótico en el que nos encontramos, por nuestra inconsciencia.
El tiempo, en otras palabras, es el pulsar del planeta y las existencias humanas están sincronizadas con ese ritmo. Todos los seres vivos de la Tierra, desde una mariposa hasta el hombre, comparten el mismo número de latidos del corazón: 2.700.000.000 (2,7 mil millones), lo que define su duración de vida en el planeta. Toda la vida en el universo está intrínsecamente ligada a este número de pulsaciones y así nos acercamos a lo que es el tiempo real. Cada planeta, incluida la Tierra, emite un "latido" cada 27 000 años, pulsando y emanando ondas de esencia en un ciclo de sístole y diástole.
Todo se calcula de acuerdo con la vida que llevamos, sin ventajas ni desventajas inherentes, ya que todas las oportunidades se ofrecen a todos y cuando alguien dice “ya tengo cierta edad, creo que ya no me queda tiempo...”, surge la pregunta: ¿qué tiempo se está midiendo realmente? El tiempo existe dentro de una complejidad relativa que apenas se comprende y, en este sentido, para dominarlo primero hay que entenderlo.
Por lo tanto, el tiempo es creado por cada uno de nosotros, ya que está intrínsecamente ligado a los latidos del corazón. El segredo del tiempo reside precisamente en esta conexión. Se observa que los animales con diferentes expectativas de vida, ya sea un día o cientos de años, viven intensamente, cada uno a su manera. La percepción del tiempo también varía según la edad: los niños viven momentos agitados y dinámicos, en los que todo parece urgente y el tiempo vuela; en cambio, en la vejez, cuando la vida se vuelve más tranquila, el tiempo parece arrastrarse. Esto demuestra que es la mente la que define la velocidad del tiempo, directamente relacionada con los latidos del corazón.
En épocas remotas de esta civilización, las personas podían vivir hasta unos 120 años, considerando la muerte natural dentro de una vida menos acelerada que resultaba en latidos cardíacos más lentos. En contraste, hoy en día, muchas personas mueren de enfermedades cardíacas, que también afectan al cerebro. Ya con el trabajo de la parte psicológica podemos sanar nuestras enfermedades internas, las cuales nos llevan a enfermarnos físicamente también.
Por lo tanto, dominar el tiempo es trabajar con la mente y con el corazón. Para que la mente comprenda el tiempo, debe estar gobernada por el corazón. Quien debería dominar la energía sexual es la mente, y esta, el corazón. Sin embargo, en la humanidad actual ocurre lo contrario: el sexo domina la mente, y el corazón, que no debería sufrir, se ve afectado por esta guerra interna. El resultado de estas batallas, además de la pérdida de tiempo, son las angustias, ansiedades y preocupaciones que sobrecargan el corazón.
“Bueno, es relativamente corto. Pero voy a aclarar la cuestión del tiempo. El tiempo es lo que nosotros ponemos. ¿Entiendes? En un tiempo relativo podemos realizar muchísimas cosas. Es decir, el tiempo no existe o no se tiene en cuenta en la parte esotérica. El tiempo lo formamos según nuestra pereza o nuestro ánimo, nuestra revolución. Es decir, en realidad, el tiempo lo hacemos nosotros. Al fin y al cabo, el tiempo no existe, es relativo. El tiempo nunca debe interferir, todo depende de nosotros. Si nos “ponemos las pilas” para trabajar, prepararnos y empezar a vivir esa enseñanza, hay tiempo para todo. (...)” (V.M. Rabolú)
La meditación surge como una herramienta poderosa en este contexto, actuando en dos frentes importantes. Por un lado, nos permite controlar el tiempo, porque en la meditación los latidos del corazón se vuelven más lentos, y cuanto más meditamos, más lentos se vuelven estos latidos, es decir, entramos en el tiempo espacial, en un lapso de tiempo que nos permite trabajar sobre nosotros mismos, sin la tensión de que el tiempo se acaba, porque estamos prolongando este tiempo a través de la meditación. Por otro lado, la meditación también refleja el trabajo interior que estamos realizando, comenzando por despertar el 3 % de conciencia libre y avanzando hacia el despertar de la parte del trabajo de muerte que estamos realizando.
Aunque es importante entender el tiempo como ciclos y procesos, también es fundamental comprender el tiempo esotérico. Dentro de los mundos supra dimensionales, el tiempo adquiere una perspectiva diferente a la que concebimos con la mente o dentro del mundo físico. En estas esferas superiores, el pasado, el presente y el futuro se funden en un eterno ahora.
La quinta dimensión es la “Eternidad” y, a partir de la sexta dimensión, tenemos lo que está “más allá” del tiempo y de la propia eternidad.
Cuando iniciamos nuestro trabajo interior, la revolución de nuestra conciencia, pasamos a estar regidos por las leyes de la eternidad y del más allá, dentro de un contexto espiritual donde el tiempo ya no existe. Podemos incluso vivir procesos en los mundos internos que duran días, años e incluso décadas, en una sola noche...
La comprensión de este estado presente, del eterno ahora, más allá del tiempo, nos permite liberarnos del concepto de principio y fin de todas las cosas, que casi siempre nos impide seguir adelante, ya que nos pone trabas y justificaciones, como que no “tendremos tiempo” para terminar nuestro trabajo, ya sea por la edad o por el fin de la humanidad.
“Así transcurrieron unos treinta o cuarenta años, como les digo, cuando, una noche, cantó el gallo, algo extraño para mí, completamente extraño. Yo ya no sabía cómo cantaba un gallo, ni cómo ladraba un perro, ni nada. Cuando cantó el gallo, recuerdo que era la una de la madrugada”. (Mensaje de Navidad 85-86 - V.M. Rabolú)
En lo que se refiere a los ciclos de la humanidad, se observa que, a pesar de la diversidad de calendarios a lo largo de la historia, existe una interesante convergencia entre el calendario maya y las Sagradas Escrituras (la Biblia). Ambos mencionan un año de 360 días y este se considera un tiempo verdadero de la cuarta dimensión, reflejando los 360 grados del ciclo zodiacal recorrido por el Sol, la Tierra y los planetas. Este tiempo esotérico y astrológico permanece inmutable, independientemente de los cambios físicos del ciclo orbital de la Tierra. Comprender esta dimensión del tiempo es crucial para entender otros ciclos y procesos que rigen nuestra raza y nuestro planeta.
La distinción entre tiempo espacial y tiempo cronológico es fundamental, ya que el espacio y el tiempo son entidades distintas que se integran en ciclos específicos de cada momento, época, planeta y raza. Aunque estos ciclos se transforman y cambian, el tiempo espacial se representa mediante 360°, lo que simboliza un círculo completo e inmutable en cualquier parte del universo y en cualquier época. Así es como comenzamos a comprender este tiempo.
A lo largo de la historia, es posible observar marcas importantes del tiempo que nos ayudan a comprender los ciclos y simbolismos esotéricos asociados a ellos. Un ejemplo es la raza atlante, que desapareció hace aproximadamente un millón de años, lo que corresponde a 40 veces el año sideral. Estos 40 años siderales fueron simbolizados por Moisés, cuando pasó 40 años en el desierto, también por Elías, por Jonás y por muchos otros profetas, ya que 40 años es un tiempo simbólico, que se relaciona con el trabajo esotérico.
Todos los años, ciclos, Mahavantaras, Pralayas mencionados por Helena Blavatsky y por el V.M. Samael son procesos que ocurren dentro del tiempo espacial de la 4ª dimensión. El Año Sideral, con 26.000 años espaciales, es uno de esos ciclos, manteniendo su duración astrológica constante, que siempre será de 26.000 años astrológicos. Es un gran desafío para los maestros explicar estos conceptos a personas condicionadas al mundo físico. El Año Sidereal, que se extiende de Acuario a Acuario, representa solo una parte de los ciclos evolutivos de la humanidad y está relacionado con el tiempo que tarda el Sistema Solar en dar una vuelta alrededor del Sol de Alcyone.
Cuando se habla de un año sideral, el maestro se refiere a las ondas de esencias que salieron de la evolución y pasaron al reino humano, comenzando su oportunidad de trabajo de revolución de la conciencia. Este año sideral se armoniza con un ciclo planetario de 27 000 años. Estas esencias son entonces enviadas al mundo de los seres humanos y posteriormente absorbidas. Este ciclo de 27 000 años se inserta en el contexto más amplio del ciclo de 26 000 años espaciales, una medida universal que permanece constante, independientemente del planeta, sistema solar o universo en cuestión.
En última análise, comprender el concepto del tiempo y los ciclos de la humanidad nos permite vislumbrar el mundo y la vida dentro de un contexto más profundo que el que conocíamos hasta ahora. Esto nos brinda también la oportunidad de cambiar nuestro destino y crear una realidad distinta, basada en el trabajo de revolución interior y despertar de la conciencia.
LA TÉCNICA DEL T.E.M.PO
T.E.M.PO = Técnica del Esqueleto, de la Muerte y del PÓ.
Es una técnica de transformación de las impresiones que también ayuda a superar marcas y traumas del pasado. A partir de la comprensión de que la mayoría de las cosas a las que damos valor en este mundo son ilusorias y pasajeras, podemos cambiar nuestras vidas y nuestra forma de actuar ante cada situación.
Todos venimos del polvo y al polvo volveremos... Nuestro estado civil, social, nuestra raza, color, apariencia y expresiones son solo materia de la mente, como fantasías para entretenernos en la escuela de la vida.
LA PRÁCTICA
Debemos tomarnos un momento del día para reflexionar sobre cómo las personas con las que convivimos y las cosas con las que lidiamos a diario son como arquetipos que pertenecen al tiempo, y usar la imaginación aplicando la técnica del T.E.M.PO.
La práctica consiste en imaginar a las personas como esqueletos andantes, vagando por la tierra. También podemos aplicar esta práctica a algo que nos fascina, como un plato de comida. Podemos imaginarlo pudriéndose con el tiempo, hasta convertirse en pó. O, por ejemplo, cuando vemos una construcción bonita, con la imaginación la vemos en ruinas.
También podemos utilizar esta técnica cuando nos viene a la mente algún recuerdo del pasado que nos ha dejado malas impresiones. Como es una forma de transformar las impresiones, puede y debe combinarse con la Muerte en Marcha en la vida cotidiana. Recordando siempre no forzar el cuerpo y la mente, ya que cada uno tiene su nivel de imaginación según las prácticas que realiza.
De esta manera, vamos a valorar debidamente el mundo material, comprendiendo poco a poco la verdadera realidad de las cosas y, así, vamos a encontrar el objetivo real de nuestra vida, aquello que realmente necesitamos... nuestro Ser Real.
“Todo pasa, todo pasa...” (Samael Aun Weor)
¡Paz Inverencial!
Colaboración: Estudiantes Gnósticos de Gnosis para los Pocos / S.O.S.