¡MI QUERIDO EGO TIENE QUE MORIR!
Mucho se ha escrito sobre este tema. Pero la mente no sabe nada si nos quedamos solo en la teoría y no ponemos en práctica lo que leemos y aprendemos.
Esto fue delineado experimentalmente por el propio Maestro, porque lo que intelectualizamos, tarde o temprano lo olvidaremos. Pero, lo que practicamos, lo aprendemos en nuestra Conciencia, queda como Sabiduría de nuestro Ser.
El V.M. Samael nos dice: “... si alguien de verdad y muy sinceramente comienza a observarse internamente, termina dividiéndose en dos: el observador y el observado...
- Ahora bien, nadie puede comenzar a cambiar radicalmente mientras no sea capaz de decir:
- Este deseo es un YO ANIMAL que debo eliminar;
- Este pensamiento egoísta es otro YO que me atormenta y que necesito desintegrar;
- Este sentimiento que hiere mi corazón es un intruso que necesito reducir al polvo cósmico, etc., etc., etc.”.
Pero, ¿cómo se manifiestan estos Yos? Vamos a examinar un poco cada uno de ellos, para comprender mejor cómo se compone nuestra propia psique.
1- LUJURIA
"Así pues, haced morir todo lo que pertenece a vuestra naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasión, malos deseos..." (Colosenses 3,5)
La lujuria es el deseo sexual, pero no en el sentido del placer, sino de la satisfacción de la carne, separada de cualquier intención espiritual o divina. El deseo, como raíz de la lujuria o lascivia, es el origen de todos los delitos y dolores que causamos a nosotros mismos y a los demás.
"Cuando el deseo se satisface, el delincuente goza. Cuando el deseo se frustra, el delincuente sufre". (Samael Aun Weor)
De modo que todos somos delincuentes, en mayor o menor grado.
La lujuria nace del pecado original y este, a su vez, se relaciona con el derramamiento de la energía seminal, lo que resultó en nuestra expulsión y salida del Edén, el Paraíso de la cuarta dimensión, por haber pecado contra el Espíritu Santo (fornicación).
La energía sexual es la fuerza creadora, donde se generan los hombres, las bestias, los dioses y toda la vida del cosmos. Si se utiliza mal, creamos representaciones mentales y agregados psicológicos que gastan nuestras energías, causándonos enfermedades, sufrimientos y de donde surgen los más variados defectos.
La impureza de la mente es el animal del deseo. La malicia es deseo acumulado. Necesitamos una disciplina para trabajar sobre el defecto de la lujuria, para que todos estos detalles que se manifiestan durante el día sean eliminados y transmutados en castidad y Luz. Si aprendemos a ser castos, desarrollamos una fuerza hercúlea para trabajar sobre todos los demás defectos capitales. Así podremos recorrer algún día el camino del despertar del Fuego Sagrado...
2- IRA
La ira puede ser el resultado violento de un deseo frustrado. La ira o la rabia son como chispas de fuego y, cuando se manifiestan en acciones y palabras, pueden matar los mejores sentimientos de ternura y amistad que tenemos hacia los demás. En esos momentos, el uso de palabras duras y odiosas hace que se nos cierren muchas puertas, y si no nos proponemos cambiar, es posible que esas puertas nunca vuelvan a abrirse.
La ira puede disfrazarse con la toga del juez o con una sonrisa amarga. Es un elemento interno que formamos y que se asocia con varios otros defectos, dependiendo del contexto. Puede ser por algo que nos dijeron o por algún acontecimiento que nos contrarió y nos disgustó... Así, el defecto puede ir fortaleciéndose, convirtiéndonos en personas malhumoradas e insoportables para convivir con los demás.
“La ira, el rencor y el odio son formas distintas del deseo que podemos transmutar en ternura suprema, perdón infinito y amor supremo.” (V.M. Samael Aun Weor)
3- CODICIA
La codicia o ambición es el deseo de acumular. Cuando alguien codicia algo es porque lo desea, generalmente algo material o social. Deseamos lo que no tenemos y, en la mayoría de los casos, deseamos lo que ya tenemos en cantidad suficiente, simplemente porque, insatisfechos, deseamos tener más.
Codiciamos bienes, cargos, estatus y, en la esfera espiritual, incluso poderes. Codiciamos todo lo que es vano y superfluo y, así, nos lanzamos a conquistar lo que codiciamos, dedicando todo nuestro tiempo y esfuerzo. Olvidando así que lo más importante en este mundo es buscar hacer la obra del Padre: trabajar intensamente para alcanzar la Autorrealización Íntima del Ser...
“Hay mucha gente que quiere dejar de codiciar, pero codician no ser codiciosos. He aquí una forma de codiciar.” (V.M. Samael Aun Weor)
Necesitamos un esfuerzo supremo para que la famosa codicia se transforme en caridad y altruismo. Para ello, debemos estar dispuestos a darlo todo por el trabajo de la Revolución de la Conciencia.
Recordemos que quien trabaja sobre sí mismo nunca está solo ni desamparado. Nuestro Padre celestial todo lo ve y todo lo provee. Si en algún momento pasamos por alguna privación económica, miremos también el aspecto kármico, donde debemos trascender algún defecto psicológico o incluso alguna prueba por la que podamos estar pasando.
De manera que estos tres defectos capitales inicialmente citados (lujuria, ira y codicia) tienen una gran fuerza para alejarnos del camino de la Iniciación y toda precaución sobre ellos es poca.
4- ENVIDIA
“Todo paladín de una gran causa es mortalmente odiado por los envidiosos. La envidia del impotente, del vencido, del mezquino, se disfraza con la toga del juez, con la túnica de la santidad y del maestría, con el sofisma que se aplaude o con la belleza de la humildad”. (V.M. Samael Aun Weor)
Cada uno de nosotros tiene sus talentos. Y estos son infinitos, porque si buscamos nuestro Ser, estaremos mucho más capacitados para realizar grandes obras. Pero, a menudo, lo que nos detiene es precisamente el no conocer nuestras propias habilidades o tendencias y quedarnos encantados con lo que otros realizan, pensando que somos incapaces de hacer lo mismo, quedándonos con «ojos grandes», como se dice, es decir, envidiando al prójimo.
Cuando alguien envidia es porque desea lo que no tiene y siente pesar por el bien ajeno. De modo que la envidia y la codicia suelen ir de la mano. Quien codicia, a menudo envidia al prójimo. El deseo frustrado de la envidia debe transformarse en alegría íntima por el éxito ajeno. Y cuando hablamos de que un deseo debe transformarse, nos referimos al trabajo de autoobservación, transformación de las impresiones, comprensión y muerte de los detalles.
También nos obsesionamos con el cuerpo perfecto, yendo en contra de nuestra propia naturaleza, recurriendo a veces a la cirugía plástica u otros procedimientos estéticos para igualarnos a los estándares de belleza de la época, cuando nuestra verdadera belleza está en la pureza del alma y en nuestro corazón.
Miramos, analizamos, escudriñamos a nuestros semejantes con mirada de víboras, encontrando miles de defectos, porque no soportamos el bien del otro, o incluso su alegría. Y en lugar de escuchar lo que tienen que decir, los fusilamos con nuestras reprobaciones mentales por no encajar en lo que consideramos correcto o justo.
Al fin, lo que menospreciamos hoy será lo mismo que sucederá mañana. Y, sobre estas bases de arena construidas por nuestros «yoes», no nos sostenemos. Pero hay algo que permanece para siempre y son nuestras virtudes. Virtudes que solo podremos desarrollar a partir del pulimiento interior.
5- ORGULHO
“Pero el que se gloría, gloríese en el Señor.
Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino el que Dios alaba.” (2 Corintios 10:17,18)
El orgullo, la soberbia o la vanidad es el deseo de sentirnos importantes y superiores a los demás. Literalmente, nos convertimos en verdaderos pavos reales cuando nos consideramos los mejores, los más guapos, los más sabios, los más competentes... Vestidos con la túnica de la vanidad, nos vemos con los ojos de la perfección, mientras lanzamos nuestra mirada de superioridad y desprecio a aquellos que consideramos impuros, vertiendo sobre ellos la suciedad que llevamos dentro.
Nos encanta ponernos en el estrado para ser vistos y admirados en los escenarios de la vida, o en las redes sociales, porque queremos el aplauso de los demás. Y lo que no nos damos cuenta es que este «Yo de la Supremacía» no admite nada menos que el reconocimiento de su grandeza. Y lo peor es que aún se considera «humilde».
Hay innumerables variantes que podemos descubrir si nos proponemos enfrentar esta batalla contra todos los «yoes» habladores y arrogantes que consumen nuestras energías y nos enferman.
6- PEREZA
La pereza es el deseo de no hacer nada o la mala voluntad hacia uno mismo o hacia los demás.
¡Ahhh, la pereza! “La pereza es la madre de todos los defectos”, decían los antiguos. Aunque esto no sea del todo cierto, sirve para ilustrar el poder que este defecto tiene sobre nuestra falta de trabajo. ¡Qué bueno sería si fuéramos siempre diligentes, capaces de realizar todo lo que nuestra imaginación nos proporciona! Pero lo que nos impide hacerlo es precisamente esta fuerza contraria a nuestros mejores propósitos.
Cuando sabemos que tenemos algo que hacer y que no es exactamente lo que nos gustaría hacer, ¿cómo actuamos? Seguramente haremos otra cosa más placentera, o más fácil, o simplemente nada... ¿Cuáles son las consecuencias de este acto? El dolor o el remordimiento de la conciencia, por no haber cumplido con lo que muchas veces deberíamos haber hecho. Es lamentable que seamos marionetas en manos de nuestros propios "yoes". Y lo peor de todo es que, aun siendo conscientes del error, caemos y lo repetimos, volviendo a equivocarnos.
Lo que puede diferenciar una cosa de otra es nuestro estado de alerta, de estar presentes en cada momento en lo que estamos haciendo. Nuestra conciencia nos exige precisamente que enfrentemos ese estado interior a veces equivocado, lo que nos lleva a superar con diligencia las obras que nos proponemos realizar.
7- GULA
Aunque salivar ante un alimento es una reacción instintiva, cuando esto ocurre en el ámbito del pensamiento, la representación mental o incluso cuando nos identificamos con imágenes de golosinas y platos apetitosos en algún medio digital o televisivo, indica la manifestación del «Yo de la Gula».
Obviamente, para el equilibrio del cuerpo y los centros necesitamos alimentarnos. Y para que esto ocurra sin la interferencia de la acción de los egos, debemos hacerlo en horarios específicos, que naturalmente adaptamos a nuestro instinto de hambre.
El problema de la gula suele producirse fuera del horario normal de las comidas, cuando, debido a estados de ansiedad, ya sea por ociosidad o por la búsqueda de la satisfacción de algún placer, comemos sin necesidad, principalmente alimentos procesados, con alto contenido en grasas, azúcar o sal.
Un hecho muy común es que, además de comer sin necesidad o solo para saciar nuestros deseos, combinamos este mal hábito con ver la televisión o interactuar con el celular, lo que perjudica tanto la digestión como el cerebro, por el desgaste de energía mental.
Estos errores y excesos perjudican tanto la salud física como la psicológica. En el aspecto físico, además de engordar, lo cual tiene tantos efectos nocivos, pueden producirse otras complicaciones que afectan a todos los órganos (corazón, riñones, páncreas, hígado, etc.).
Las tentaciones, especialmente en relación con los dulces o la pasta, son muchas y resistirse a ellas, no identificándonos con el deseo y sabiendo decir no a lo que nos perjudica, no siempre es muy fácil. Pero con la ayuda de las partes superiores de nuestro Ser, nuestra Madre Divina, si se lo pedimos, hará por nosotros la desintegración de este y otros deseos.
Por esta razón, es muy importante la conexión con nuestro Real SER, escuchar en nuestra introspección lo que intuitivamente podemos asimilar para mejorar nuestra condición, tanto física como psicológica.
À medida que vamos trabajando todos estos detalles dentro de nuestra psique, vamos comprendiendo no solo a nosotros mismos, sino también a nuestros semejantes.
¡HAGA LO QUE HAY QUE HACER, AQUÍ Y AHORA!
El estudio del EGO es un libro de infinitas páginas. Es un trabajo incesante durante toda una vida, o varias, dependiendo de cuánto estemos dispuestos a descubrirnos a nosotros mismos en las más variadas facetas que componen nuestra psique.
Todas nuestras reacciones internas y externas, los pequeños detalles, deben ser observados, ya que alimentan constantemente nuestros defectos. Los diferentes acontecimientos y eventos del día nos brindan excelentes oportunidades para practicar la «Muerte en Marcha». Como los detalles son pequeñas ramificaciones del Ego, no tienen mucha fuerza, nuestra Madre Divina los desintegra instantáneamente y a partir de ahí ya no tenemos que seguir pensando en ellos.
Debemos pedir con fuerza:
“¡Mi Madre Divina, desintegra este defecto!”.
En la condición de ciegos caídos que somos, con este trabajo de eliminación de defectos, lograremos levantarnos con la ayuda de las Jerarquías Divinas y, principalmente, de nuestro Real Ser, el Padre y la Madre que están en secreto. Y así tendremos acceso al verdadero Conocimiento. Y de demonios que somos, podremos transformarnos en ángeles. Solo así dejaremos de ser esclavos de nuestros deseos, para ser amos de nuestra voluntad suprema, que es la voluntad de Dios Padre.
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá." (Mateo 7:7)
¡Paz Inverencial!
Colaboración: Estudiantes Gnósticos de Gnosis para los Pocos / S.O.S.